Camila Valck Keitel
Psicóloga
Universidad Del Desarrollo
Postítulo en Psicología Humanista
El reciente paso de Congreso y Los Jaivas por Valparaíso, gracias a la iniciativa de Trenes Culturales, fue mucho más que un espectáculo gratuito. Lo que ocurrió ahí fue un fenómeno social. Un acto profundamente simbólico de identidad y pertenencia. No se trató solo de ir a escuchar música, sino de reunirse, reconocerse y reencontrarse, de compartir las emociones que nos conectan con lo que somos como ciudad.
Al corear canciones que hablan de desigualdad y memoria, las personas no solo expresaban gusto musical, sino convicciones profundas, a veces dolorosas, marcadas por la experiencia. Cada verso reflejaba algo colectivo. Esa sensación tibia de estar con otros, de saber que algo está vivo, que no todo está perdido.
Como en un partido de fútbol o una conmemoración religiosa, estos encuentros permiten liberar tensiones, pero también sostener lo que muchas veces se resiente: la cohesión, la pertenencia, el tejido emocional que nos sostiene como comunidad. Nos afirman en un nosotros, en una identidad compartida que no se explica, pero se siente. Y Valparaíso lo necesita. Porque esta ciudad, hermosa y golpeada, también ha sido marginada, olvidada, dolida.
La música es un lenguaje que comunica lo que las palabras no alcanzan. Como plantea Rafael Echeverría, el lenguaje no solo describe el mundo: lo construye. Y la música, desde su dimensión emocional, genera vínculos, relatos, símbolos. Nos entrelaza con otros y con lo que fuimos, somos y queremos seguir siendo.
La identidad no es algo fijo: se construye en relación, se crea a través de los contextos sociales, culturales, políticos y afectivos que habitamos. En ese concierto, se hizo evidente que también se canta. Que también se llora, se corea y se abraza entre desconocidos. Esa es una forma de memoria activa: de mantenernos vivos, presentes, vinculados.
Estar ahí fue conmovedor. No solo por la calidad de quienes estaban en el escenario, sino por la emoción compartida. Por comprobar que todavía podemos reunirnos sin pagar, sin miedo, sin filtro. Sentir que Valparaíso aún late. Y que esa identidad, que es lucha, música, historia, sigue viva. No dejemos que eso se apague.
Leave a Reply