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“El rostro femenino del mar”

“El rostro femenino del mar”

Camila Valck Keitel

Psicóloga

Valparaíso


Las mujeres del mar están, pero no aparecen. En las caletas de Valparaíso, no veo sus rostros, no escucho sus voces. No están en las fotografías ni en la memoria visible del puerto. No las veo a bordo. Me han dicho que la pesca exige un esfuerzo físico enorme, y quizás eso sigue siendo una barrera. Pero, aun así, no dejo de preguntarme: ¿tienen cabida las mujeres aquí? ¿Dónde están sus nombres, sus historias, su lugar en esta actividad que también las sostiene? ¿Se reconoce lo que hacen o se las menciona solo como compañía del pescador? ¿Tienen oportunidades reales de participar en condiciones de equidad? Y si no son visibles, no existen en la historia del mar. Si se las sigue dejando fuera del relato, ¿cómo podrán formar parte?

Mujeres que limpian mariscos, reparan redes, preparan carnadas y ayudan a mantener en pie la actividad pesquera, cargando con lo que no siempre se ve, aunque no suban a las embarcaciones. Pero ¿se reconoce su aporte? ¿Están en las noticias, en las decisiones, en la memoria del puerto? Desde la orilla, no las veo. Veo al pescador de manos curtidas que sube a su embarcación con una fotografía pegada en la cabina, como una brújula emocional. Esa imagen es de ella: la que cuida, espera y sostiene desde tierra, aunque no esté en el mar. La imagino en silencio, siempre ahí, pero fuera de la escena. Y siento que esa forma de estar sin ser vista también es una manera de exclusión.

En Chile, la participación de las mujeres en la pesca artesanal ha aumentado, sobre todo en labores en tierra como la recolección, el procesamiento y la comercialización. Sin embargo, su presencia a bordo sigue siendo limitada. Según datos de Sernapesca (2024), solo el 25,85% está inscrita para actividades extractivas y apenas un 5% ocupa cargos como responsables de embarcaciones. Aunque se han impulsado cambios normativos, como la Ley de Caletas con enfoque de género, en la práctica las mujeres siguen fuera del centro: no lideran, no son retratadas, no están en el corazón del discurso. Y el relato del mar sigue siendo, en su mayoría, masculino.

No escribo esto como experta. No conozco la pesca desde adentro. Lo escribo desde donde estoy: mujer, psicóloga, viviendo en Valparaíso, observadora consciente y siempre atenta desde la orilla. Y desde esa orilla, creo que hace falta más que leyes: hace falta memoria, escucha, reconocimiento. Lo que no se nombra, no existe. Y mientras ellas sigan fuera de las palabras, también quedarán al margen de los espacios de decisión y representación. Por eso urge ponerles rostro, saber sus nombres, conocer qué hacen, qué sueñan y qué barreras las han mantenido marginadas de la narrativa.

Se dice que la participación ha avanzado, pero eso no garantiza un cambio real en el lugar que ocupan en la narrativa del puerto. Las mujeres siempre han estado, pero rara vez se les ha visto. Hoy, con pequeños avances, se abren posibilidades. Pero para que esa visibilidad sea efectiva, tiene que transformarse en más participación y presencia. Que las mujeres del mar no sean solo quienes esperan o sostienen desde el silencio, como compañeras del pescador y cuidadoras de la familia, sino que también puedan involucrarse activamente, navegar y ocupar un lugar visible en esta historia. Porque ellas también son parte de este mar. Y porque cuando hay más de una mirada, la historia se enriquece y se vuelve más justa.

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