Cambios en el follaje detectados desde el espacio podrían anticipar erupciones volcánicas

Cambios en el follaje detectados desde el espacio podrían anticipar erupciones volcánicas

Una nueva colaboración entre la NASA y el Instituto Smithsonian permite usar imágenes satelitales para identificar señales tempranas de actividad volcánica.

Investigadores de la NASA, en conjunto con el Instituto Smithsonian, han identificado que los cambios en la vegetación arbórea —particularmente el enverdecimiento de las hojas— podrían ser un indicador temprano de actividad volcánica inminente. Estos cambios, visibles desde el espacio, abren una nueva vía para mejorar los sistemas de alerta temprana en zonas de riesgo volcánico.

Magma, dióxido de carbono y árboles como sensores naturales

Cuando el magma asciende a través de la corteza terrestre, libera gases como dióxido de carbono (CO₂) y dióxido de azufre (SO₂). El CO₂ puede ser absorbido por los árboles, lo que provoca un crecimiento más frondoso y verde en sus hojas. Estos cambios han sido detectados por sensores remotos de satélites como Landsat 8, Terra de la NASA y Sentinel-2 de la Agencia Espacial Europea.

El dióxido de carbono liberado por el magma ascendente burbujea y calienta una poza de agua en Costa Rica, cerca del volcán Rincón de la Vieja. El aumento de gases volcánicos puede ser señal de una mayor actividad.
📸 Alessandra Baltodano / Universidad de Chapman

El proyecto forma parte de la misión Airborne Validation Unified Experiment: Land to Ocean (AVUELO), que emplea espectrómetros aéreos para validar los datos satelitales. La correlación entre el color del follaje y la emisión de gases volcánicos fue documentada por la vulcanóloga Nicole Guinn (Universidad de Houston), quien estudió el entorno del volcán Etna en Sicilia.

Hacia una predicción más precisa y anticipada

Según Florian Schwandner, jefe de Ciencias Terrestres del Centro Ames de la NASA, la meta es perfeccionar los actuales sistemas de monitoreo volcánico:

“Los sistemas de alerta temprana ya existen, pero nuestro objetivo es hacerlos más precisos y anticipados.”

Uno de los grandes desafíos es que el CO₂ volcánico es difícil de detectar desde el espacio, dado que se encuentra en concentraciones mucho menores que las del CO₂ atmosférico global. En consecuencia, se han buscado indicadores indirectos, como el comportamiento de la vegetación.

Una colaboración interdisciplinaria en el trópico

En marzo de 2025, como parte de AVUELO, un equipo dirigido por el climatólogo Josh Fisher (Universidad de Chapman) realizó mediciones en campo en Costa Rica y Panamá, combinando sensores aéreos con muestreo de hojas de árboles cercanos al volcán Rincón de la Vieja. También participaron el vulcanólogo Robert Bogue (Universidad McGill) y expertos en fisiología vegetal como Alexandria Pivovaroff (Occidental College).

Gregory Goldsmith, de la Universidad de Chapman, lanza una cuerda con una honda hacia el dosel del bosque para instalar un sensor de dióxido de carbono en la selva costarricense cercana al volcán Rincón de la Vieja.
📸 Alessandra Baltodano / Universidad de Chapman

Fisher resume el enfoque del estudio:

“Nuestro trabajo se sitúa en la intersección entre ecología y vulcanología. Nos interesa cómo responden los árboles al CO₂ volcánico y qué nos dice eso sobre el futuro del planeta ante niveles crecientes de dióxido de carbono.”

Limitaciones del método y validación en terreno

No todos los volcanes están rodeados de vegetación suficiente para el análisis satelital. Además, variables como incendios, enfermedades o cambios climáticos pueden dificultar la interpretación. Aun así, la utilidad del enfoque ha quedado demostrada.

Alexandria Pivovaroff, del Occidental College, mide la fotosíntesis en hojas extraídas de árboles expuestos a altos niveles de dióxido de carbono cerca de un volcán activo en Costa Rica.
📸 Alessandra Baltodano / Universidad de Chapman

En 2017, Schwandner lideró una actualización tecnológica del sistema de monitoreo del volcán Mayón en Filipinas, incorporando sensores de CO₂ y SO₂. Gracias a ello, se emitieron alertas tempranas que permitieron evacuar a más de 56.000 personas antes de la erupción del 23 de enero de 2018, sin registrar víctimas fatales.

Un cambio de paradigma para la vigilancia volcánica

Aunque el monitoreo del follaje no sustituye otros métodos como la sismología o el análisis de deformaciones del terreno, sí puede complementar y mejorar la detección temprana en zonas remotas o inaccesibles.

“No hay una señal única e infalible que indique una erupción”, concluye Schwandner. “Pero seguir los efectos del CO₂ volcánico en los árboles podría marcar la diferencia.”

By James Riordon
NASA’s Earth Science News Team

Media contact: Elizabeth Vlock
NASA Headquarters

Leave a Reply

Your email address will not be published.