Por Frano Giakoni,
director de la carrera Entrenador Deportivo
de la Universidad Andrés Bello (UNAB)
El empate de Auckland City ante Boca Juniors, en la Copa Mundial de Clubes 2025, trasciende la anécdota y plantea un desafío a la lógica deportiva contemporánea. ¿Cómo un equipo conformado por jugadores amateurs, que trabajan como profesores, barberos o repartidores, y entrenan en sus tiempos libres, pudo igualar con uno de los clubes más profesionales y laureados del continente?
Lejos de atribuirlo únicamente al azar o a una “hazaña romántica”, el análisis desde las ciencias del deporte permite identificar elementos concretos que explican este resultado. El primer factor tiene que ver con la cohesión de equipo y el compromiso intrínseco. Auckland City representa una organización con una fuerte identidad colectiva, donde el sentido de pertenencia y la motivación no están mediadas por contratos millonarios, sino por valores compartidos. En contextos de alta presión, como el que enfrentaba Boca, este tipo de cohesión puede marcar una diferencia clave en la ejecución táctica y emocional durante el juego.
Por otra parte, la gestión de expectativas jugó a favor del equipo neozelandés. Sin obligaciones externas de rendimiento, Auckland jugó sin presión, favoreciendo una toma de decisiones más libre y enfocada en lo estratégico. Desde la psicología del deporte, este estado mental favorece el control de ansiedad, la concentración y el rendimiento en situaciones críticas.
También, el aspecto táctico-defensivo fue fundamental. Auckland City aplicó una estrategia basada en bloque bajo, líneas compactas y transiciones rápidas. Celebraron cada despeje, cada atajada, como hitos colectivos. La solidez defensiva no es solo técnica, sino también actitudinal y comunicacional, aspectos que suelen desarrollarse con eficacia en equipos que se conocen profundamente, incluso si no entrenan con la frecuencia de un plantel profesional.
Además, el modelo de juego pragmático, la preparación específica para este rival y la efectividad en las pelotas detenidas fueron decisivas. El gol de Christian Gray (profesor de educación física de día y defensor central del equipo por vocación) fue producto de una jugada ensayada, ejecutada con precisión milimétrica. La acción evidencia que el trabajo táctico y técnico puede ser de alto nivel incluso en equipos sin dedicación exclusiva al fútbol.
Este resultado nos interpela como formadores. Desde las carreras de ciencias del deporte, entrenadores y gestores deben considerar que el rendimiento no se mide solo por la cantidad de sesiones semanales o el nivel competitivo, sino por la calidad del trabajo, la cohesión del grupo y la claridad del propósito. Auckland City es un ejemplo de cómo el deporte amateur, bien gestionado, puede desarrollar estructuras sólidas, fomentar valores y competir con dignidad ante rivales teóricamente superiores.
En un contexto donde el deporte profesional parece reservado para élites, este empate nos recuerda que aún hay espacio para las sorpresas, para la planificación inteligente y para el juego con sentido. El fútbol, como la ciencia del deporte, aún tiene espacio para lo inesperado cuando la estrategia, la convicción y la identidad se alinean.
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